Diario de una millenian frustrada (Parte 1)
He leído que la generación millenian es lo peor de la nueva fuerza laboral por ser considerados impredecibles, caprichosos, vacios, inestables y no saber tolerar la frustración, además de exigir que el esfuerzo continuo debe traer recompensas inmediatas, ¿verdad? Yo entiendo este punto de vista perfectamente, no porque haya tenido la experiencia de tener un compañero millenian, ¡nada de eso! mejor (o peor) aun, yo soy ese pequeño ser y no te imaginas lo terrible que es.
Dejame contarte que yo inicie mi vida laboral cuando niña. Al menos por un día, durante una feria de libros, me contrataron como hostess y yo estuve encantada viviendo esta experiencia (mi paga era lo de menos, ¿a quién le apura el dinero a los 8 años?). Mi siguiente trabajo fue como freelance, mi madre inclusive me acompañó a la entrevista para poder dar el visto bueno a lo que yo estaba aspirando (ella iba con cuidadome dado que antes estuve a punto de caer en una estafa que me quitaría unos $3,800 mx ), luego de que mi futuro jefe inmediato le aseguro no existía nada raro, proseguí a participar durante media semana en una breve capacitación muy emotiva donde a todos nos animaban a "ser los mejores", ¡tu puedes, yo puedo, todos podemos, gogo! De permanecer casi repleta una habitación, al final solo quedamos unas 10 personas. Poniendo de lado más detalles, lo siguiente fue bajar a la plaza para intentar convencer a indigenas incautos para que compraran un "paquete educativo" de computación básica y cuyo diplomado les abriría "las puertas". Yo al menos atrapé 2 familias y 1 de ellas apostó por su educación. Se supone de allí saldría mi futura comisión, pero nunca vi un solo centavo. Renuncié luego de la primera semana porque lo único que conseguí fue una insolación; una vez más ¿a quién le importa el dinero a los 17 años? No lo necesitaba.
Mi siguiente trabajo fue aproximadamente a los 19 años, con una familia china (bastante simpáticos por cierto) que tenían un restaurante de comida. Con ellos ganaba $600 a la semana y tenía todo el arroz chino que quisiera. El trabajo solía tener horas estresantes, pero esto me agradaba, le ponía energía y entusiasmo, me dejaba las manos sobre la barra e incluso mi alma. Cada noche tomaba el bus de regreso a casa totalmente muerta, con los pies adoloridos y yo sencillamente feliz. ¿Por qué lo dejé entonces? Estaba cansada. Y a la edad que tenía, ¿quién necesitaba trabajar?
Poco más tarde ingresé a la universidad. Cabe decir que en menos de tres semanas ya estaba buscando cambiarme de carrera. Cuando no lo conseguí decidí dejarlo todo. Durante meses no hice nada con mi vida ni siquiera de manera recreativa.
El siguiente empleo ya resultó un tanto más formal: pasé por una entrevista, el filtro, de nuevo la entrevista con el gerente 0.2 y finalmente llegó la esperada contratación. ¡Era en un gimnasio de lujo, tenía mi lindo uniforme, trabajaba de medio tiempo (lo compaginaba con los estudios), etc, etc.! Todo iba bien, me entusiasmaba demasiado estar allí por mi propio mérito y ganar un adicional (repito: ¿quién necesita trabajar a los 23 años?), hasta que de pronto algo sucedió: tenía una compañera demasiado perfecta, era linda, sonriente, simpática, amigable; todo lo que yo no era y quería ser. Cabe destacar que básicamente por 4 horas estábamos juntas, literalmente codo a codo, y a mi se me ocurrió de un momento a otro retirarle la palabra, ¿imaginas tu lo incómodo que puede ser esto? ¡Y eramos la recepción!. Durante toda una semana no quería verla con todo el arrepentimiento (la odiaba/adoraba) hasta que ella decidió invitarme a su casa (novios como testigos o guardaespaldas, no lo sé) para que lo aclaráramos. Jamás le explique mis motivos, no me veía confesando la verdad así que no recuerdo siquiera que le inventé pero con eso terminó por resolverse el "problema". Hasta hoy en día continúa siendo una amiga muy apreciada (si, cuando por al fin acepté no soy ella, y yo soy yo, y que de paso también puedo ser simpática). Pero, antes de este episodio con mi azucarada compañera no termino de comprender como es los gerentes empezaron a meterse conmigo a penas si paso el primer mes, lo que si me queda claro es como me acabaron jodiendo. De pronto me vi junto a mi novio (quien al mismo tiempo era también mi colega) en la administración siendo advertidos que no podíamos dar indicios de ser pareja porque iba en contra de las políticas de la empresa (anoto de paso que la gerente se enrolaba con los instructores de cycling, y el gerente 0.2 se tiraba a las clientas como el perfecto macho alfa que según él es - ¿hipocresía, donde?), ya desde entonces parecía que yo no salia de la oficina de la gerente por cosas como: "necesitas sonreír más", siempre fue la petición más compleja que me pedían porque ¿acaso no sonreía? Bueno es que no olvidemos tenía a una mujer tremendamente risueña a lado mio y cualquiera se habría visto opacada. "¿Por qué no te maquillas más? Si, si, ponte un poquito más de rubor y brillo en los labios para que te veas más alegre". ¿Mencioné mi compañera se ponía hasta brillos en los ojos y siempre se maquillaba excesivamente? Con estas vueltas a la memoria ahora comprendo porque empecé a sentir tanta envidia de ella, ¡me lo infundieron!
Este trabajo estuve a punto de dejarlo porque la mala onda de la gerente me llevó a una encrucijada. Como he dicho yo estaba compaginando la universidad con el trabajo, el dilema llego cuando en la universidad iban a cambiarme de turno (del matutino al vespertino) así que necesitaba pedir mi cambio a la mañana o al fin de semana (curiosamente ambos se encontraban vacantes) pero me fue negado uno y otro. En este punto todavía me gustaba mucho trabajar y aun más amaba mi vida como estudiante (nunca me había acoplado tan bien con compañeros en la escuela), así que debía elegir donde iba a seguir. De pronto pude ver una luz al final del camino cuando nos anunciaron que iban a despedir a la gerente y en su lugar iba a entrar un familiar del dueño. ¡Bendito sea el Lord de su preferencia! Enseguida busqué a la nueva gerente, le expuse mi situación y sin más me dijo "si claro, tu cámbiate al fin de semana siempre y cuando la otra chica acceda al intercambio". Otra-chica dijo que si, por supuesto, claro, que le encantaba la idea, lástima que era una bocona y fue directo a contárselo a gerente 0.2, quien con su manía de macho omnipotente fue directo a echar bronca a la nueva gerente. En cuestión de horas mis esperanzas terminaron. "¿Sabes qué? Gerente 0.2 no está de acuerdo con tu cambio y yo no quiero problemas así que lo siento, pero no te puedes mover". Mi mundo se cayó. No entendía como podía existir tanta manía en mi contra a tal grado de que había que armar un drama para no apoyarme (yo pedía trabajar, señores, ¡trabajar!). Creo que si a mi-Yo-Millenian-de hoy se le hubiese presentado esta situación, indudablemente habría protestado desde el primer momento y habría llegado hasta donde tuviera que haber ido, empezando por soltar verdades.
A principios de enero tomé la decisión de cambiarme a la modalidad sabatina en la universidad. Actualmente me arrepiento aunque también comprendo que me sentía comprometida a seguir creando un espacio en mi futuro curriculum vitae. Recuerdo lloré tan amargamente que ya no pude disfrutar el resto de los meses que seguí trabajando ahí.
Ahora, lo que cambió todas las circunstancias fue el fallecimiento de mi padre, el mismo que respaldaba ese re buscado "¿quien necesita trabajar a los X años?", porque sepan que mi familia gozaba de una vida muy holgada, sin apuros económicos. Entonces dejé la universidad para siempre porque no podía costearla por ser privada.
Lo que acabó por restar todo mi amor por el trabajo en recepción fue el día que el dueño del gimnasio se acercó a mi diciendo "¿y usted porqué nunca me saluda ni me sonríe? Si asi me trata me pregunto como será con mis clientes". No sé si fueron los nervios o el coraje, pero amablemente le respondí que no sabía de que hablaba "yo hablo muy bien con todos, con ellos bromeo y los tuteo bastante bien", sentencié. Afortunadamente llegó una cliente. Le intercambié una mirada al dueño del lugar como preguntando "¿qué hago, seguimos con esto o atiendo a la mujer?", así que no le quedó de otra sino quitarse y largarse. Desde ese evento decidí renunciar porque ya había tolerado algo parecido, solo ahora se trataba de un pez gordo (¡el más lonjudo!) quien se ponía broncudo. De cualquier forma la paga que percibía era ya muy poca y considerando las circunstancia en casa... Sencillamente dije adiós.
Dejame contarte que yo inicie mi vida laboral cuando niña. Al menos por un día, durante una feria de libros, me contrataron como hostess y yo estuve encantada viviendo esta experiencia (mi paga era lo de menos, ¿a quién le apura el dinero a los 8 años?). Mi siguiente trabajo fue como freelance, mi madre inclusive me acompañó a la entrevista para poder dar el visto bueno a lo que yo estaba aspirando (ella iba con cuidadome dado que antes estuve a punto de caer en una estafa que me quitaría unos $3,800 mx ), luego de que mi futuro jefe inmediato le aseguro no existía nada raro, proseguí a participar durante media semana en una breve capacitación muy emotiva donde a todos nos animaban a "ser los mejores", ¡tu puedes, yo puedo, todos podemos, gogo! De permanecer casi repleta una habitación, al final solo quedamos unas 10 personas. Poniendo de lado más detalles, lo siguiente fue bajar a la plaza para intentar convencer a indigenas incautos para que compraran un "paquete educativo" de computación básica y cuyo diplomado les abriría "las puertas". Yo al menos atrapé 2 familias y 1 de ellas apostó por su educación. Se supone de allí saldría mi futura comisión, pero nunca vi un solo centavo. Renuncié luego de la primera semana porque lo único que conseguí fue una insolación; una vez más ¿a quién le importa el dinero a los 17 años? No lo necesitaba.
Mi siguiente trabajo fue aproximadamente a los 19 años, con una familia china (bastante simpáticos por cierto) que tenían un restaurante de comida. Con ellos ganaba $600 a la semana y tenía todo el arroz chino que quisiera. El trabajo solía tener horas estresantes, pero esto me agradaba, le ponía energía y entusiasmo, me dejaba las manos sobre la barra e incluso mi alma. Cada noche tomaba el bus de regreso a casa totalmente muerta, con los pies adoloridos y yo sencillamente feliz. ¿Por qué lo dejé entonces? Estaba cansada. Y a la edad que tenía, ¿quién necesitaba trabajar?
Poco más tarde ingresé a la universidad. Cabe decir que en menos de tres semanas ya estaba buscando cambiarme de carrera. Cuando no lo conseguí decidí dejarlo todo. Durante meses no hice nada con mi vida ni siquiera de manera recreativa.
El siguiente empleo ya resultó un tanto más formal: pasé por una entrevista, el filtro, de nuevo la entrevista con el gerente 0.2 y finalmente llegó la esperada contratación. ¡Era en un gimnasio de lujo, tenía mi lindo uniforme, trabajaba de medio tiempo (lo compaginaba con los estudios), etc, etc.! Todo iba bien, me entusiasmaba demasiado estar allí por mi propio mérito y ganar un adicional (repito: ¿quién necesita trabajar a los 23 años?), hasta que de pronto algo sucedió: tenía una compañera demasiado perfecta, era linda, sonriente, simpática, amigable; todo lo que yo no era y quería ser. Cabe destacar que básicamente por 4 horas estábamos juntas, literalmente codo a codo, y a mi se me ocurrió de un momento a otro retirarle la palabra, ¿imaginas tu lo incómodo que puede ser esto? ¡Y eramos la recepción!. Durante toda una semana no quería verla con todo el arrepentimiento (la odiaba/adoraba) hasta que ella decidió invitarme a su casa (novios como testigos o guardaespaldas, no lo sé) para que lo aclaráramos. Jamás le explique mis motivos, no me veía confesando la verdad así que no recuerdo siquiera que le inventé pero con eso terminó por resolverse el "problema". Hasta hoy en día continúa siendo una amiga muy apreciada (si, cuando por al fin acepté no soy ella, y yo soy yo, y que de paso también puedo ser simpática). Pero, antes de este episodio con mi azucarada compañera no termino de comprender como es los gerentes empezaron a meterse conmigo a penas si paso el primer mes, lo que si me queda claro es como me acabaron jodiendo. De pronto me vi junto a mi novio (quien al mismo tiempo era también mi colega) en la administración siendo advertidos que no podíamos dar indicios de ser pareja porque iba en contra de las políticas de la empresa (anoto de paso que la gerente se enrolaba con los instructores de cycling, y el gerente 0.2 se tiraba a las clientas como el perfecto macho alfa que según él es - ¿hipocresía, donde?), ya desde entonces parecía que yo no salia de la oficina de la gerente por cosas como: "necesitas sonreír más", siempre fue la petición más compleja que me pedían porque ¿acaso no sonreía? Bueno es que no olvidemos tenía a una mujer tremendamente risueña a lado mio y cualquiera se habría visto opacada. "¿Por qué no te maquillas más? Si, si, ponte un poquito más de rubor y brillo en los labios para que te veas más alegre". ¿Mencioné mi compañera se ponía hasta brillos en los ojos y siempre se maquillaba excesivamente? Con estas vueltas a la memoria ahora comprendo porque empecé a sentir tanta envidia de ella, ¡me lo infundieron!
Este trabajo estuve a punto de dejarlo porque la mala onda de la gerente me llevó a una encrucijada. Como he dicho yo estaba compaginando la universidad con el trabajo, el dilema llego cuando en la universidad iban a cambiarme de turno (del matutino al vespertino) así que necesitaba pedir mi cambio a la mañana o al fin de semana (curiosamente ambos se encontraban vacantes) pero me fue negado uno y otro. En este punto todavía me gustaba mucho trabajar y aun más amaba mi vida como estudiante (nunca me había acoplado tan bien con compañeros en la escuela), así que debía elegir donde iba a seguir. De pronto pude ver una luz al final del camino cuando nos anunciaron que iban a despedir a la gerente y en su lugar iba a entrar un familiar del dueño. ¡Bendito sea el Lord de su preferencia! Enseguida busqué a la nueva gerente, le expuse mi situación y sin más me dijo "si claro, tu cámbiate al fin de semana siempre y cuando la otra chica acceda al intercambio". Otra-chica dijo que si, por supuesto, claro, que le encantaba la idea, lástima que era una bocona y fue directo a contárselo a gerente 0.2, quien con su manía de macho omnipotente fue directo a echar bronca a la nueva gerente. En cuestión de horas mis esperanzas terminaron. "¿Sabes qué? Gerente 0.2 no está de acuerdo con tu cambio y yo no quiero problemas así que lo siento, pero no te puedes mover". Mi mundo se cayó. No entendía como podía existir tanta manía en mi contra a tal grado de que había que armar un drama para no apoyarme (yo pedía trabajar, señores, ¡trabajar!). Creo que si a mi-Yo-Millenian-de hoy se le hubiese presentado esta situación, indudablemente habría protestado desde el primer momento y habría llegado hasta donde tuviera que haber ido, empezando por soltar verdades.
A principios de enero tomé la decisión de cambiarme a la modalidad sabatina en la universidad. Actualmente me arrepiento aunque también comprendo que me sentía comprometida a seguir creando un espacio en mi futuro curriculum vitae. Recuerdo lloré tan amargamente que ya no pude disfrutar el resto de los meses que seguí trabajando ahí.
Ahora, lo que cambió todas las circunstancias fue el fallecimiento de mi padre, el mismo que respaldaba ese re buscado "¿quien necesita trabajar a los X años?", porque sepan que mi familia gozaba de una vida muy holgada, sin apuros económicos. Entonces dejé la universidad para siempre porque no podía costearla por ser privada.
Lo que acabó por restar todo mi amor por el trabajo en recepción fue el día que el dueño del gimnasio se acercó a mi diciendo "¿y usted porqué nunca me saluda ni me sonríe? Si asi me trata me pregunto como será con mis clientes". No sé si fueron los nervios o el coraje, pero amablemente le respondí que no sabía de que hablaba "yo hablo muy bien con todos, con ellos bromeo y los tuteo bastante bien", sentencié. Afortunadamente llegó una cliente. Le intercambié una mirada al dueño del lugar como preguntando "¿qué hago, seguimos con esto o atiendo a la mujer?", así que no le quedó de otra sino quitarse y largarse. Desde ese evento decidí renunciar porque ya había tolerado algo parecido, solo ahora se trataba de un pez gordo (¡el más lonjudo!) quien se ponía broncudo. De cualquier forma la paga que percibía era ya muy poca y considerando las circunstancia en casa... Sencillamente dije adiós.
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